Amor, está nublado. Los paraguas se abren hasta el cielo. Se abren como flores, y en los lugares cae la lluvia como un magma de mies reblandecida.
Amor, un día lloverá la muerte. Un día los paisajes se cubrirán como ese agua estremecida, ese agua que va de tu mirada al firmamento.
Amor, en ti hay pájaros. En ti comen los cuervos. En ti las águilas se echan a volar como luceros.
Amor, construyes la penumbra. La oscuridad es como un crepúsculo que permanece en su fracaso.
La negrura es un envite de las sombras, una postal de esgrima. Las espadas van hacia lo alto y después se envainan, como los cubiertos de la mesa, y se lava la sangre del alba en ese cielo que se queda oscuro.
Mi Amado, cómo cesan las noches en voz baja, cómo descienden esas brumas que descienden detrás de los cristales, cómo se ocultan en el corazón, y entre las lágrimas se viven los abismos como simas de un pasado que se redimió en este amor que arraiga en su propio río.
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