Amor, abre mi mirada. Que salga el sol por el iris que te mira, que gire la luna por en medio de mis ojos, para que al mirarme puedas ver cómo se dilata la blancura.
En estos ojos que conocen el dolor laten los brotes que anunciará la primavera en unos meses, caen en tierra fértil las hojas desde el árbol, que arraiga sus pensamientos en el suelo.
Entra en mis pupilas y dime si ves un atisbo de maldad, dime si en las ingles me nacen esas hiedras que dejaron su veneno en los muros donde la tijera las cortaba, dime si mis lágrimas no cesan de tapiar mis párpados cerrados.
Si la noche es mía, ¿dónde colocar la madrugada? ¿Qué oscuridad vendrá en las horas últimas cuando el día parece fallecer y nunca recobrarse?
Amanece en tus ingles, amanece entre tus piernas. Hueles a soledad exterminada, a semen derramado, a sudor salvaje, a jinete que remonta las montañas con una yegua ambarina que conoce los secretos de las monturas negras y absorbentes, que ruge con el viento, y calla.
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