Me gusta tu humanidad, cuando desnudas las flores que me diste y de ellas salen pájaros, los que vuelan hacia el abismo y no distinguen el vacío profundo de ese prado donde las fuiste a recoger, para darme con ellas la desnudez de los amantes, la que es sabia y preciosa.
Amor, en la mano que te doy hay hojas rojas que el viento transmitió en su ordalía, como juncos tendidos al lado de ese cauce que se vacía por las noches.
En mi mano te las doy, ese escarlata que sabe suspirar y que suspira por su color prendido en el cabello, en ese pelo que no se doma ni con aros, que es hirsuto y siéndolo es hermoso.
Amor de columpio y de caballo, que sabes amanecer y que en el crepúsculo adoras a los muertos, vives en mi alma de canícula, en mi agua subterránea que fluye por mis manos cuando escribo.
Amor, en el beso que espero se diluye el sentimiento de estar solo, y en la soledad vive ese preciado pastel que esperamos comer juntos, esa nata, esa crema y chocolate, esas fresas, esa fruta que compartimos en el aire como vándalos.
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