Amor, que das luz y vienes como un gorrión que no durmiera, y te encarnas en el gavilán y en la paloma. Me dejas en el vientre una palabra, y la escucho sin cesar. En tu discurso me pides que te ame, y que envuelva en el sueño un espejismo.
Amor, hay una gama de matices en el cielo y un ángel que vigila: en su mirada busco el resplandor que te contempla, la blancura que te atañe, y en el fondo de tu palpitar veo el bosque que rodea los castillos.
Una oración encrespa mis labios y me impulsa hacia el amor, como me impulsas tú hacia tus ojos.
El camino del Cordero es el camino de la Cruz, y sus vestigios se me quedan en las manos.
Dame los labios para que te bese entero. La caricia permanecerá en tu boca.
Cómo se balancea el alba, cómo me nutre con el deseo de ser tierra. Cómo llegar hasta esas nubes que nos miran y que esperan a llover. El agua desvanece la tristeza. Hay una melancolía absurda que viene desde del hueso: es el recuerdo que más amamos, un galimatías de agua y barro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario