miércoles, 7 de octubre de 2015

Allí

En las vicisitudes del amor se encuentran los arroyos. Pequeñitos, como simples manchas de agua, se expanden en el barro, y en la piel se convierten en lunares que mojas con tus sueños, cuando el líquido traspasa entre las sábanas de una renacida adolescencia.
Amor, el agua es madre y en mis genes llevo la maldad, ese poso oscuro, ese desprecio, ese odio que inclina la balanza contra el Dios que me enseñó lo que es humano, lo que llevo en mis dientes de mujer, que quieren el beso, el roce suave, la dulzura.
Amor, en las sienes se aprieta el deseo de tenerte un día entre mis brazos para darte este pecho que suspira en primavera en este octubre cálido, en este otoño que avanza por la luz sin querer dar un paso hacia la sombra, y en esta amplitud que el sol cercena hay un reguero con la pólvora que se guardó un hombre en el bolsillo, y que hoy enciende con cerillas.
Amor, qué días aparecen benditos, qué fulgores los sustentan, cómo se mantienen tras las circuncisiones del ocaso, cuando la luna amaga por salir con las estrellas.

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