La luz del otoño me es inerme. Pulula indefensa por el día y no sabe anochecer. Se va tímida, igual que se ha venido y se vuelve a visitar el otro lado, y en el otro hemisferio donde brilla en primavera.
La luz del otoño es como tú, que vuelves sin venir. Es un sol que calienta tras el cristal de la ventana, el manubrio con que cierro el pozo en que el agua se distiende, el portón que encierra la casa del rico y lo protege.
Amor, qué silencio más callado es este octubre, y en sus reflejos apenas puedo vislumbrar estas palabras, y me viene el alma, como tú, discreta y ruborosa, sorprendida de verte aún entre mis brazos.
Qué agua hay en este sol que me reduce, qué senda recorre el curso de este río, cómo se va fraguando mi destino entre los sauces que derraman su poder entre las algas.
Amor, no te detengas. No cruces por donde está oscuro, por donde la sombra duerme. Su pesadilla es atroz, como atroz es el barranco de la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario