Amor, hay una luna que baja a ver las sábanas y acostarse en tu regazo. Hay una luna que sobrevive en el pozo más intenso de la oscuridad, y sola en su alta laguna abovedada se cubre con un burka.
Se cubre con un burka y no la vemos, sólo los ojos que nos miran penetrando todos los rincones, todos los relieves, todas las esquinas en que nacemos al amor, y demostramos que somos vástagos del linaje de una Selene que se exilió en el cielo
Amor, en mi canto hay un acento triste. Me siento triste por todos los lunáticos, los que creyeron que en la luna había más vida que en la tierra y allá se adormecieron, y al dormirse soñaron sueños blancos, y al despertar vieron blancas las paredes y un cerrojo en la ventana.
Amor, en la ceniza están las huellas de la vida, las que me dejaste en la piel con los cigarros, ese leve tono gris en que se levanta la calzada, esas carreteras que deambulan con los coches, en ese asfalto en que el que ruedan los parabrisas amplios como besos, esas bocas que besan la inmensidad del mundo en unos labios.
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