Amor, esta tarde el Réquiem suena en el mismo corazón, ese que se envuelve en la distancia, y que devora lo visible. Como un zócalo donde se enterrase el alma, así vive el suelo donde piso, esa senda que se ilumina en las llamas que purifican mis palabras.
Amor, si detengo el corazón y entierro el alma, si me pierdo buscando entre tus piernas dónde se me esconden, si en tu polla encuentro el nexo con la eternidad, extraviada quedaré entre las huellas que han dejado los astros en mi carne.
El cuerpo desea el agua, empaparse, hundirse, inundándose en la lluvia. ¿Qué hay más allá del agua? Hay más agua. Vivir en el agua, en la cama del agua, en sus sábanas blancas, en su transparencia infinita. El amor sólo es amor.
El deseo de ir más allá de todos los océanos gime en las naves derrotadas.
Hay un deseo que en sí mismo sobrevive. Es el beso que todavía no se ha dado, el brazo que aún no ha contenido, las ingles que todavía no se han juntado, en el ansia de recuperar lo que te di, el corazón que se extravió en tus bolsillos y el alma que voló para encontrarte.
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