Amor, en el incienso se miran esas hojas que no cesan de caer, y surge el humo, el humo aromado por las ramas de esos árboles enhiestos, que desnudos se ven frágiles.
Me llaman las secuoyas, dicen mi nombre con un halo de eternidad, como si al estar sola pudiera ver más claramente cuál es el rumbo del incendio.
Amor, que unes el alma, que haces del otoño primavera, que das las primeras flores, los primeros ángeles que vienen a comer del agua de la sangre.
Si esta separación es para siempre, ¿dónde andaré sin el reposo? ¿Qué manantial surgirá entre mis piernas que abreve el tiempo y la distancia?
¿Qué locura me amparará si en tus manos no hay caricias? ¿Qué verso herido te hará llorar, qué beso estallará en mi boca que no llegará a tus labios?
Cogeré el sayal y le oraré al Dios de mis mayores,el que se venga y que tritura, el que tiene la potencia de ser fuego y de separar el mar, el que es Verbo y que nació de mujer, desamparado.
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