Amor, qué delicias divisé entre tus brazos, cómo tus muslos se erigían contra el tiempo, cómo tus ingles levantaban el pulso de un corazón soliviantado.
Amor, en qué márgenes vivía antes de ti, en qué raíces, qué cemento se pegaba y relucía, dorado y exigente.
Amor, en qué madre abandoné las pulsaciones, en qué padre crecí, y con el caos vislumbré una playa grande, una playa enorme e infinita. En esa arena me tumbé, y sobrecogida vi cómo aparecías entre la arena vulnerable, en el agua nadabas y yo era como Circe amamantando; cuando te vi supe que bebería de tus ingles, y al entregarme al espejismo en esa tierra que todo rodeaba, crecerían las flores que planté con la semilla.
Anochecía refulgiendo la luna entre los vasos, entre las copas sucias y cucharas, y con un suero las cosía, como pequeñas amapolas de metal que esplendían en tus ojos.
Y yo sería andrógina, con mi pistilo y mis estambres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario