Amor de escarcha derritiéndose, amor de cima plateada por esa luna que en silencio sigue las rotaciones del deseo.
Mi hombre, abril se abre entre los ojos. Hay puentes, acantilados y montañas, hay bosques y penumbra, hay asfalto y carretera, una autopista de aire que se eleva a la cima más alta del adiós.
Amor, me despedí. Ondeó mi bandera en la atalaya, puse mis penachos a tus pies, mis escudos y blasones, mis murallas. Todo te lo di, con mi armadura.
El acero me desprendió la carne, y broncínea me entregué, y busqué con el hallazgo el milagro de tus besos, de tu boca, en esa lengua que escondes las palabras que no dices, silenciosas, como un mar con las olas detenidas en su abrazo de amapolas.
Sorteé las brasas. Me perdí en el fuego salvador de los veranos, los que vendrán, los que se fueron y sólo son memoria que se alumbra entre las sombras. Y te amé, con este amor que nada pide, que nada sobrevuela, que camina simplemente alrededor de aquellas flores que nos nacieron en las ingles.
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