Amor, me renací. Me convertí en un nido donde las ausencias se convertían en materia, en la sustancia más hermosa y lacerante, en el corazón más bello, que pensaba en ti cuando de noche veía la luna oscurecida por las nubes.
Mi Amado, cuando el día se va entre las hogueras que estallan en el cielo, cuando perdura la existencia de ese sol que se va al otro lado, sigue vivo el amor en su espejismo de ser amor y es en sí mismo que es eterno.
El amor es eterno porque es ésa su esencia. No muere con nosotros. Se encarna en esas almas que vuelven a nacer y ya niñas se enamoran.
El pecho huele a esa sangre enamorada. A las ingles sudorosas. El tiempo y el espacio se confunden en un milagro en que las dimensiones se entrelazan.
Y esto que es así, aquí y ahora, antes fue y será más tarde. Es la tentativa de la nada por ser quién no es. Es su luto, su aroma de negrura, su cruz crucificada.
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