Amor, soy adúltera e incestuosa. Soy la que derrama sus ingles en Oriente, la que entrevió en tu mirada las exaltaciones del corazón, la que en su silencio guarda los motivos del deseo que, suicida, renació en tus ojos.
Soy la estrella que se encarnó en tu piel, y el espejismo que vino con la luz. Fui uva en tu cuerpo, el vino que yacía entre tus labios, el aroma de los racimos que se desvivía por tu olor, un anhelo penetrante que atravesaba el alquitrán y se decidía a ocultarse entre las noches.
Seré diosa entre las lágrimas. Seré la misma encarnación del llanto. Lloraré el mismo tiempo que transcurre.
Seré sangre triste. Mi alma se alimentará con la tristeza. Devoraré los clavos de la cruz y me incinerarán las golondrinas.
Moriré lejos de ti, y en tu mirada veré los pasos del amor, las sucesiones dolorosas de las muertes que reviven en mi cuerpo como velas incendiadas.
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