Amor, qué me pasa que me laten los recuerdos, que me salen las palabras de la boca, que mi lengua las pronuncia entre tus besos.
Amor, qué hay en las palabras que te besan, que ascienden por las cimas de tu esperma y en ellas permanecen como pequeñas gotas de una lluvia que no cesa de brotar.
Amor, en ti reside el Verbo, en ti se nombra la blancura. En mi corazón viven las hadas que echaron a volar y que encendieron el aire con sus hierbas, las doradas que vestían las aguas de los lagos, las que se desnudaban como ninfas acuciantes, y le rezaban a Pan en sus denuedos.
Eres esencia de mar y sándalo, incienso que arde los jueves en la memoria de tu casa, vela de santo, fuego ornamentado con tus ojos, con los mismos violáceos y los mismos rojos de un crepúsculo ardiente.
Eres mi océano, el alba donde baño mi desnudez sagrada, donde me convierto en diosa de tu semen y de la lucidez de un amor que me quebró entera y después me entregó los sueños.
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