Amor, qué calles da la niebla que habita entre nosotros. Qué luces se emborrachan de grisura.
En este abril en que se cumplen las promesas, en que el cielo es infinito en su sustancia de bóveda malherida, miro cómo los lobos sobrepasan en el tiempo la materia de las devoraciones.
Amor, en ti los cuchillos refulgen como espadas. Vigilas a Cthulhu, el morador eterno, y te inundas de ese mismo azul de los océanos.
Amor, pájaro insomne en el insomnio de los pétalos, guardián de los guardianes, trasciendes entre los muslos de las abluciones, de la sangre y de las escamas de serpiente, y oyes como el lodazal despierta en su impureza.
Camino de esmeralda, arcano prohibido y misterioso, te encuentras entre los minerales, en el sollozo quedo del reloj que suspira por el tiempo, por ese tiempo y su recuerdo, por las maravillosas latitudes de los Magos que adoraron el mes de enero con aquella estrella submarina que se inundó de noche.
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