Amor, desfallecí. Te esperé hasta el límite del día, hasta cuando el sol desaparece, hasta la estrella que salió con la premura de tus ojos.
Me envolví en cielo y en esas noches que las flores desataban. Me convertí en gusano, en lagartija para nadar entre las rocas, para poder reposar entre las grietas, y sentir el sudor de las pavesas que encendía con mi lumbre.
Amor, abrí la ventana para que la luna no se reflejase en el cristal, sino en tus ojos, y se me encarnase en la piel, en todo mi cuerpo que desespera de encontrarte en los límites del crepúsculo.
Amor, anochecí y te habías ido.
¿Naufragué en el umbral de mis hogares, en mi misma cama, con mis mismas sábanas? ¿Sembré con tomillo ese lecho que nos tuvo en el amor?
Mi corazón, a ti me llevas en este cielo que es como un compás lleno de astros, que se redondea entre los cúmulos de las oraciones por un deseo lunar y acostumbrado a ser océano con la sangre.
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