Amor, qué caudal lleva el cielo en sus ijares, que piensa la lluvia y luego llueve, llovizna hasta la extenuación del mundo, hasta que el amor se muere y resucita de todos los momentos.
Mi hombre, si en la sangre se quedan los naufragios, si en ellos pervive la hermosura como tañen las campanas en el mar, tu cuerpo será mi sortilegio, mi agua bendita y sosegada.
Amor, ¿qué sientes cuando el alba cae sin piedad sobre nosotros? ¿Qué piel se esconde en la mirada cuando los ojos ocultan el milagro?
Amor, la claridad transcurre y en esta luz se ven volar los papagayos, se ven las irisaciones de las rosas.
La claridad transcurre entre los fuegos que alguien encendió cuando los días alargaban su ternura, cuando las horas se superponían entre sí, y la tarde confusa y asustada latía en los umbrales de la precipitación, mientras la noche pugnaba por acariciarse en el seno de la luna.
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