Amor, salen los días como penachos de blancura. Se ciernen en las ramas de los árboles como copos refulgentes de deseo. En sí mismos se devoran.
Amor, soy como uno de esos días renacidos. Me levanto de la lava y como Lázaro, camino entre las piedras que alguien quitó de la sepultura. Voy hacia ti con la perfidia de quien ama
Voy hacia ti libre y verdadera. Soy quién soy cuando te amo, y en mi camino se abren esas flores que cogí para cuidarte, para que entrevieses en mis ojos la palpitación de las esquinas que me acogen.
Mi Amado, estas tardes de abril se me anochecen en sus mismas claridades. Son preludios de San Juan, preludios de las vísperas, de las mañanas gozosas y anhelantes de un cuerpo enamorado.
Son como latidos estruendosos que caen desde el pecho hasta los violines infinitos de los ángeles.
Amor, en ti soy la más bella, la que desnuda la misma sangre que permanece entre mis labios, la que te da la trascendencia de los murmullos que el cielo derramó para encontrarte.
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