Amor, en qué sueños desperté sin encontrarte. Vi cómo el corazón del viento se paraba, cómo detenía sus presagios de lluvia incandescente.
El combustible es como el mar, una ráfaga de olores vespertinos que trae la mañana entre caudales cenicientos.
Amor, esta ceniza nació de aquellas noches que se desnudaban sin cesar de las estrellas.
La ceniza vino y se alumbró con esa carne espantosa que quemaba en el añil del firmamento.
Cuando se fue quedó el secano que perdió su aridez entre la plata.
Qué auspicio me trae este cielo azul que me concede las plegarias. Qué luz escondiste en esos ojos. Me muestran la hiedra de un Dios entristecido por mis lágrimas.
Amor, qué alimento me dio el ángel para ti, qué sangre me dio para tus labios.
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