Amor, el río contiene toda el agua. No hay más agua en el mar, ni en los océanos. Sólo es agua la del río, la que transcurre en miríadas violentas, la que late entre las rocas, y que es esencialmente pura, como el semen.
Sólo existe el agua que transcurre entre tus piernas. Sólo existe el latido de ese agua, blanca como una nube en primavera, preñada de la luz de las estrellas.
Amor, si la muerte se enamora de tu esperma, ¿cómo podrá ser mi antagonista, yo que la amé como te amo a ti, con este corazón que se adelanta a la entrada en el vacío?
¿Cómo podré desintegrarme después de haberte amado, y de amarte todavía con este cuerpo y esta alma, esta alma visionaria?
¿Qué hay en ti que en ti vislumbro todos los misterios, todas las preguntas, y encuentro los motivos y comprendo lo más inaccesible?
¿Mi alma se enamoró del espejo de tus ojos mirándose a sí misma?
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