Amor, me reconoces. Ves cómo resplandecen mis ensueños, cómo me vibran las mimosas. Cómo este florecer entre la hondura me lleva hasta tu cuerpo, hasta tu piel que gime en primavera.
Amor, en este incendio, en estas exploraciones que me estallan, viven los estanques en las estibaciones de los árboles.
Amor, si la madera es también un combustible, si entre el carbón encuentro diamantes que refulgen en las profundidades de las piedras, soy como ese pajarillo inerme que canta entre las flores, buscando los aromas de un jardín que quedó clausurado en mi memoria
Amor, cómo enardezco por las tardes, cómo despierto estremecida. Qué dulce es cuando amanece y tu semen me despierta, qué hermosas son las naves en que los corazones naufragan en mis manos.
El mar es una soledad sedienta, un cúmulo azul de soledades, un cielo que se vive, un muro que apacienta, y que espera el día en que la muerte se convierta en el mismo amor que me late en el fondo de las iniquidades.
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