Amor, el barro se deshace. El agua difumina su textura. El agua excluye las partículas de ese miedo que se ancla con la tierra y que alimenta las flores con estiércol.
Amor, en mis entrañas vive la puta más abyecta, la que sólo piensa en tus eyaculaciones, la que sueña con tu semen como dádiva, la que se enciende con el recuerdo de tu polla, la que te ama por encima de las rosas y bajo esas estrellas que iluminan mis pezones descarnados.
Amor, si entre tus besos aparecen esos sueños en que la luz se sobreentiende, si en la oscuridad de un lecho se me derrama la sangre como seña, serán las rotaciones las que me den toda esa ternura que te di entre la leche que me salió de entre los pechos.
Amor, duerme en mí, adormécete como ese perro que ha dejado de ladrar, que envejece junto al fuego, que es en sí mismo ese fuego que acompaña con su pelo, con su rabo de perro, con sus ojos humedecidos por el humo, por ese humo que sale en el ronzal y que se busca, para perderse por el aire y estallar en los nudos de todas las conflagraciones.
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