Amor, qué hay en el mundo que me hiere, que te escucho y en tu nombre despliego las alas al volar, y mi vuelo desciende entre la hierba.
Amor, eres mi nombre. En ti escucho cantar las gaviotas, en ti el cielo amanece más azul, en ti el sol zozobra entre las tardes añiles y es como una amapola que cae en el beso de la noche.
Amor, eres mi palabra. La que escucho rendida de pureza, la que se envuelve con la ira, la que miente y la que arrasa, la traidora, la que cambia de arcén y de sentido, la que odia.
Amor, eres mi lugar sagrado, donde nadie puede pisar una frontera, en el que nadie puede osar ni entrometerse, donde me ciega la blasfemia, donde el sacrilegio se convierte en la ternura.
Amor, que amanezco entre tus brazos, que me ciernes desnudo entre las sábanas, que me llevas al infierno, donde la rabia se encarece, donde el amor se encarna en esas llamas que buscan la absolución a la locura más amarga.
Amor, me encuentro al lado de las vides, al lado del murciélago. En esta cueva oscura sólo pretendo amar entre la verdad y la belleza.
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