Amor, entre las flores crecen los deseos. Son como puntos en la hierba que se desdicen de su verde. El amarillo es como la lava fallecida del volcán que se amilana ante la crepitación del frío.
Amor, abril sigue en su carrera enlentecida por este sol que empieza a arder, por este reflejo en las aceras y el asfalto ennegrecido que gime con la noche.
En estos alquitranes piso sin dejar rastro de mis pies. En mis persecuciones te desvaneces, y no puedo encontrar ninguna huella que me diga donde estás, entre los pocos árboles que persiguen la luz de los relámpagos.
Amor, en la tormenta se acallan los rumores. Surge la voz de un mago silencioso que saca pañuelos y corbatas. Estás allí, y el mago las anuda, y son corbatas de amapola.
Te ansío desnudo y entregado como el agua del invierno, te ansío desnudo entre los sueños.
Mi luminaria, los labios musitan mi memoria, mi memoria devastada en los interludios de un ayer que fue las iluminaciones de tus ojos.
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