Amor, ¿sientes en mi cuerpo cómo se inicia la constante venida de la luz? En un espacio donde la primavera es una encarnación del cielo que ya no precisa de la escarcha y que se prende de las flores y los pájaros, de los campanarios que elevan la distancia entre sus alas.
Amor, cómo se desnudan los nenúfares. Me parece ser una flor de agua que late entre tus manos. Una flor que va marchitándose poco a poco, que en su perfume derrama el alma que la vive, y el alma de esa flor es como lluvia, y se construye con tu semen.
Mi Amado, mira cómo el olor de mi carne crece en el deseo. Cómo en mis ingles el aroma es de profundidades espesas, y en sus lágrimas es como una nave sin puerto, un eterno anochecerse.
En esta sal que me queda entre las manos, en estas devastaciones estrelladas, soy cono esa noche que viene y que ignora la luminaria que alimenta.
Amor, si en la caída hay un roce luminoso, si al abismo llega un pedacito de la luz, sé que en mis vísceras se alumbran con tu sangre, con el beso de tu sangre y tu materia.
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