Amor, hay un canal que llueve por mi cuerpo. Se moja y, como un pájaro, se me encoge entre las manos.
El agua tiene estrellas que te besan en los pies, en los alvéolos, en las arterias que van al corazón y allí te permanecen.
Beso tu sangre y mi deseo es como un árbol que crece y que arraiga en la tierra, en el barro de la tierra, en el musgo que se apropia de esa tierra, y en las ramas veo cómo se acantilan esas hojas en que el tiempo nos transcurre.
Busco los ojos de la muerte. Son caníbales. Son como amaneceres insensatos. Son como crepúsculos de viento. Se desentienden en sus sombras y en ellas se desvanecen.
Morir es volver, y volviendo amamos, y te amo extendiéndome ya muerta. En ésta mi muerte sabia que conoce sus ijares, y que ignora la materia, sé que ausente vendrás para vengarme, como el ángel que mató a los primogénitos.
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