Amor, cogeré el luto de las flores, el perfume de su duelo. Me doraré con las espadas.
Tu caída es mi refugio, la dádiva de mis cicatrices, el llanto insomne de los pájaros.
Amor, que en mí respiras, que en mí aconteces, que llevas mi ira por los prados donde las amazonas se consagran, donde sollozan los delfines, dime si mi sangre corre allí por donde los niños lloran.
Amor, que te desnudas con el alba como el día que se desnuda de la noche, que me envuelves entre sueños, que me muestras los labios ateridos, las heridas, lluéveme lentamente, en los contornos de esta hoguera que enciendo para ti, para que me abraces en el fuego, para que abandones mis cenizas, para que me digas, entre árboles de hojas altas, que mi amor te pertenece.
Semilla iluminada, roca dura que me da la tierra, barro donde los ángeles se miran, anillo de fragancias del oro de los mares, deseo la sal de tu espesura, las oscuridades dilatadas de tu esperma.
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