Amor, convertí en ruego mi deseo sin saber lo que pedía, y cuando lo supe sentí miedo. La vida es como una escalera en espiral donde asciendes y desciendes sin razón, y cuando el corazón marca las cartas se abre un juego imposible de ganar.
Amor, te elegí entre la hierba. Esplendías. Eras la misma sangre del Cordero, y mi alma venía a gozarse en la hermosura de tus ojos.
Amor, que triste fui cuando alzaste el vuelo, pero luego vino la alegría. Por fin volabas, por fin te ibas a recorrer por ese cielo que se abría ante nosotros.
Vi alas en mis brazos. Podía volar contigo por ese mismo cielo, podía ser el águila que siempre quise ser y abandoné el cisne entre las huellas del agua.
Ahora, que piso tierra firme porque mis alas temieron ser de cera, sé que no soy Ícaro y que el sol puede vencerme, así que iré a ti por la senda de la luna, la senda blanca y pálida de la luna que me dará en su espejismo todo un mar donde anidarme.
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