Amor, febrero se estremece entre hojas invernales, entre líquenes y arroyos. Me viven los momentos en que los labios se me acallan, en que apenas susurro a mi pesar lo que cantan los pájaros cuando la noche viene y el asfalto se oscurece.
Amor, me vive la ternura. Entrégate en mis brazos, que mi vientre sea tu almohada. Te cubriré con besos lejos de tu boca, te daré musgo para tus pies suaves, mis palabras serán acordes y te adormecerás en mis entrañas. Cuando despiertes te daré más besos, y te daré la savia de los árboles. Mi ámbar se cubrirá de tierra y lo tendrás entre las manos.
Amor, me darás fuego, me darás la llama que no quema, el alma que se debate en la mañana y no regresa. El alma vio el cielo en tus ojos y suavemente se quedó con sus estrellas.
Amor, me mezco en ti. Ahora que vendrá la oscuridad te doy toda mi luz, para que al recordarme puedas ver todo mi cuerpo, y la esperanza de mi cuerpo; su relieve, sus visiones, todos mis sueños.
El mismo sol que se aparece en su desnudez, y la luna decadente que anhela el firmamento.
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