jueves, 11 de febrero de 2016

Oigo

Amor, oigo un canto lejos. Se eleva por mi piel, y la acontece. Son tus ojos, que miran mi desnudez desde la cama, que observan cada poro que se me abre entre los pechos, que se citan en mis ingles, y las muestran.
Amor, vestida de lluvia me has amado, desnuda de todo con tu semen, y en la hondura había una rosa muy pequeña que tenía los pétalos cerrados, y la abriste, con cuidado descubriste su rosal, y me la pusiste en mi cuerpo como si fuese la luz de las estrellas.
Amor, cuando me besabas poseías mi boca, mis palabras. Poseías mi alma, que se vertía entre tus labios como el azar se vierte entre las cosas.
Me respiraste, y en esa respiración te mostré lo más profundo, lo que nadie había visto, lo que sólo existía en las imágenes, y en ese imaginario eras tú a quien yo amaba.
Mi Amado, te elevo mi promesa. La promesa que me nace en los pezones, en el clítoris, que anega mi corazón de tu sangre, de la dulzura de tu sangre, del fuego en que se abrasa.

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