Dame tu cáliz. Quiero beberme tu dolor. Mis lágrimas llorarán tus lágrimas hasta desvanecer el mundo.
Qué irisaciones da el amor que miro cómo gira la tierra, que siento cómo se traspasa, que veo el declinar del mediodía y el surgimiento de la noche como si estuviese en las estrellas.
Si en mí vive una luna que agoniza, en mi sangre vives tú, y de ti salen todos los murmullos, todas las caricias, todos los besos que te doy, todas las penetraciones de mi ser, que te entrego suavemente.
Hay roces leves en mi corazón que profundizan y llegan a la hondura. Se convierten en las mismas arterias que construyen una casa donde la sangre se cita en la penumbra con tu sangre, donde se desvive la fuente de donde surge su mismo origen, donde corre el deseo de mirarte, y de encenderse en tu mirada.
Amor, se salvarán las rosas junto a ti, y te las daré, y entre tus dedos habrá una luz que no se apaga, la de los pétalos que fueron flor y que ahora te bendicen.
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