Amor, hay un nido entre mis manos, un nido donde el águila dejó su cercanía. Lo envuelvo entre sus sombras. Es para ti, para que la luz que lo contiene te ilumine.
Amor, la cera cae, y en tus pies se cristaliza. Es como el olor de un incienso que sube sin cesar hacia los ángeles que guardan tu mirada.
En esos ángeles, que miran desde el cielo cómo el árbol permanece, en ellos entra mi memoria, en ellos cubro el espejo con tus ojos.
Amor, en esa fuente amarga donde se bebe el olvido, en esa laguna que derrama los recuerdos, bebí sólo un instante, y me borró las cicatrices.
Tú me diste ese agua con tu angustia. Me amamantase con dolor. Y de tu sangre nacen estas flores, el fulgor de estas flores que se inundan con tu aliento.
Mi niño, nací el día que te amé. Y ahora, voy creciendo desde tus muslos a tu boca, desde tu semen a tu beso, desde el deseo al amor que resplandece en mi piel y en mi palabra.
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