Amor, dónde te perdiste. Ven aquí, a este lado donde la luz crece todavía, aunque venga la noche en poco tiempo. No importa que esté oscuro. No importa que llegue la penumbra. Brilla el cielo en tu mirada. Tus ojos son el mismo alba que estremece las pulsaciones del frío.
En labios ajenos escucho las voces que parecen las voces del destino. En mi transitar no las escucho. No quiero oírlas ni acecharlas. No quiero llorarte por tu ausencia sino invocar a las crisálidas para que cuiden de ti y te iluminen como pequeñas antorchas milenarias.
Ven, amor, a estos prados donde se extiende la sangre que tirita, donde la luna no se ve, donde la hierba es como un duendecillo que juega al escondite, donde el cuerpo se revela.
Ven. Aléjate y recorre los presagios. Rompe las rejas escindidas. Cava la tierra y con los dientes abre un reguero con sal donde ocultar tus lágrimas.
Ven y acuéstate, amor, y que mis besos sean los mismos labios que me besan. Ven y duerme entre las flores que te doy porque te amo.
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