Amor, en estos días en que se acaban los ramos de las rosas, en estas madrugadas donde el sueño se convierte en los ángeles que piensan, te doy las más firmes de las flores, las que son inmarcesibles, las que en el agua son caníbales.
Amor, en mi más puro despertar hay una llama que alumbra los últimos pétalos de las últimas pupilas, que en la mirada ponen coto a lo invisible, mientras lo invisible se derrama.
Amor de elevadas servidumbres, dime si en mi cadalso se hacinan los murciélagos, si en este deseo que devora el alma se orientan los ojos de un Dios que nos pide las entrañas.
Las hojas tiemblan por el frío. Hace viento y el viento difumina los contornos verdes de los árboles, donde se posa el amanecer, y en las mañanas se contiene la noche que termina.
En esta lentitud en la que el tiempo adelanta los relojes, que va girando igual que la Tierra que se envuelve, escribo y te amo en este fragor que incide en todos los silencios.
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