Llegó la transparencia. Se puso los zapatos, el pantalón, la camisa abrochada, la chaqueta. Salió a pasearse por el bosque, por si allí podía hallar las huellas del amor.
En el bosque encontró la oscuridad y se miró en su espejo. Era más clara todavía, más amante. En su corazón latía la blancura. Sus pies brillaban sobre la hierba como dos guirnaldas que a lo lejos parecían gemas verdes. Eran las sandalias que se puso por error, pensando que el verano llegaría en la proximidad del cielo.
Amor, en ti vive esa transparencia como un nido en tu sangre, los pájaros parpadean con la luz que se desprende de tus ingles, y el semen se inocula desde el trópico.
En las mañanas se eluden las visiones. Pero hay unas formas que se intuyen. Tras las farolas, tras los árboles, encima del asfalto, viven los ángeles y en ellos se respiran.
¿Los ves, amor, entre la lluvia? ¿Les oyes cantar las alabanzas? ¿Ves cómo se inmiscuyen en las rosas y las vuelven violetas? ¿Sientes su aliento cerca de tus labios?
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