Amor, en ti me busco. En ti me vuelan las gaviotas, en ti encuentro los rosales que salen a mi paso con la sangre que vierten en las hojas, en ti soy ese pétalo que me huele a cielo entre las piernas.
Amor, sé que un día volverás. En esta espera te entrego las palabras, los volcanes pequeñitos que me viven, la lava que sustraen, y que se queda ígnea en mi vientre.
Amor, me permaneces. Todo cambia, todo fluye, el río, el árbol, el pájaro que va y viene y mientras se aleja se lleva los brotes del invierno. Y a la vez es un regreso, una vuelta a aquello que hemos sido, un encenderse de la lumbre que nos brotaba y convertía en un mismo corazón.
Mi hombre, construiré la luna con mis manos y te daré su luminaria. Con esa luz entre mis besos, con esa luz entre mis ingles, te daré lo que más amas.
Amor, qué costales llené para entregarte la cebada que me salía de los pechos, el trigo que alimentaba mi costumbre, la avena de mi boca. Qué tabú rompí cuando te amé, cuando en ti el tiempo se diluyó y se reveló inexistente.
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