Amor, hay una fuente que es maravillosa. De ella salen rododendros, cerezas y otras flores, y de su sangre surgen los caminos.
Son casi rojos, como el cobre, casi líquidos, y en su pequeña solidez las huellas se desdicen.
Se desdicen porque todavía no han salido las hojas de los árboles.
Amor, en ti soy plena, en mí se dibuja la serpiente, el dragón ávido, hambriento de su mismo fuego.
Todavía no he nacido. Sólo en ti, sólo en tus ojos.
Ahora nace mi mirada. Ahora respondo con los ángeles y les digo que soy suya.
Amor, en ti penetro en la inmanencia. En ti transciendo por la vertical oblicua que es eterna, y más allá del corazón hay un latido que traspasa las puertas del mundo.
Amor, en ese cielo en que renazco adivino que la sangre derramada no era impía. Era el tributo del deseo.
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