Amor, bendice las gaviotas. De tus manos dales alas para que lleguen al lugar donde te fuiste, que en tus besos encuentren las medallas que llevan en el pecho, y en la boca la flor hambrienta de un corazón que se alía con las sombras y se duerme.
Amor, qué soledad me dejan las estrellas.
Hay una bruma que en el cielo se desata. Parece que la traen los caballos. Parece trotar con las guirnaldas. La bruma es gris, como gris es el humo que se persigue con las nubes, como gris es el recorrido estelar que se ve tras las ventanas, como el cristal translúcido que mira en las cortinas cómo Pegaso recorre las planicies.
En el inventario me dirás quién soy, quién hay detrás de mi mirada, quién se envuelve entre tus brazos, quién te llora, quién se ríe hasta llegar a lo más hondo del amor.
Quizás es una quimera recordarte, poseer hasta el último átomo de tus ojos, volar en las enredaderas de tus manos, llegarte y decirte que en mis labios hay un sitio para ti, para que permanezcas en mi sangre.
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