Amor, hay un recorrido en la memoria donde el beso permanece en la caricia de los labios. El olvido se llena de recuerdos, y no olvida, revive los instantes en que tú me lamías en la lengua las palabras, incitándome a besarte, a comerme las últimas flores que cortaste para mí, para que me crecieran en los muslos y me besaran la piel, como tus ojos.
Amor que das, que me recibes con tus lágrimas, que me ves cuando cierras los párpados en las oscuridades que te ciernen, me enardezco entre tus voces, la que me dice que me amas, la que me dice que te fuiste y encontraste el vellocino de la mano de Medea, y en el oro te apartaste, y en el oro convertiste el amor en la sombra del amor, en su recuerdo.
Nido de flores, se abre la mañana y rasga el silencio, caben los insectos en la mano y el sol nos ilumina, seduce a la luna que se esconde hasta encontrar un cobijo en el que duerme, y cuando el sol se va, evade la fosforescencia, nos queda la electricidad y sus motores, nos queda la lámpara y la vela, el quinqué y la esperanza del quinqué, y ausentes nos adormecemos hasta que un nuevo beso nos despierta.
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