Hay un nido en el lecho de ese mismo río donde se permite que la sangre corra en el mismo límite que las aves han vencido.
Hay un amor que se enamora de los mismos ojos con que lo miran, desde la mirada hasta la posada donde el Amado espera que la Amada vuelva.
Hay un corazón tan grande que no cabe entre los pechos, y que se da en los besos y en la sangre que corre en ese mismo río que es desde un principio el agua mansa de todos los volcanes que estallan.
Hay un desierto que verdece de nuevo entre los soles, entre las flores que nacen, renacen de entre las manos que guardan silencio.
Hay unos labios dispuestos a besar el negro de la noche, labios y faros de motos y coches que invaden la oscuridad con sus cruces de luz.
Hay un misterio que no deja de ser sueño. Palpítame, amor, en los acantilados, en esas rocas que estallan entre las rosas con esquirlas de amapola.
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