Amor, sientes la planicie del mundo, cómo el deseo cubre las oquedades de la nada y prende el tiempo en tu mirada.
Así son los espejos, mudos y absortos en el día, reflejando ese sol que te acontece, ese sol de dunas encendidas que se opacan en la noche, esa arena obnubilada por el beso de la luna.
En este lento recorrido fluyen las pavesas. Se apostan a cada lado del camino como crímenes, como incestos, como muertes infamantes.
Amor, quisiera llegar a esas nieves, a esas cimas, a esas nubes que tienes a tu lado. Quisiera subir por las promesas y jurarte, y blasfemar por este amor que siembra flores estrelladas.
Mi hombre, abro los ventanales para que entre la noche y desvanezca toda claridad. En esa habitación oscura repito tu nombre sin cansarme, y tu nombre me dice que estoy sola, que mis caminos están poblados de cipreses. Sin ti el alba resplandece hasta el dolor. Sin ti la palabra suena hueca, afilada con estrellas.
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