Amor, retrocedí a esas noches en que tus labios me dormían, en que tus besos eran como sueños que venían a serenar el ansia de tenerte, porque eras mío y en mí te reposabas, y me podía desvanecer entre tus brazos y sabía que el amanecer se dibujaba en los cristales que reflejaban tus caricias.
Era madre de nenúfares y de rosas, de flores que me latían en las manos, y con ellas formaba un espejismo que se ocultaba entre temblores de tallo abierto y de memoria.
Amor, me diste el sosiego de mirarte, de embellecerme con tus ojos, de que mi deseo se encarnase en las palabras, y que las palabras multiplicaran mi deseo, y en el batir de las alas de la noche me entregaste el poder oscuro de la nada, y yo la hice fértil.
Amor, en mis orillas se junta todo el agua. Toda te la doy, entre mi fiebre, entre este dolor apasionado que busca tus huellas en el cielo.
Amor, ¿qué hay más duradero que la muerte? Te la doy también, para que me escribas en la hierba, para ser en ti como la lluvia que te resbala y que cae de las estrellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario