martes, 22 de diciembre de 2015

Hay una soledad

Amor, hay una soledad que me acomete en la distancia, en mi deseo de ser tuya, en mi ansia de poseer el secreto de ese corazón que late oscurecido, en mi dolor por no tenerte, por dejar que se escape el espejismo y no poder prenderme en las estrellas.
Ansío esas estrellas que iluminan los oasis más frondosos, que caen en el agua en su reflejo, que me sirven de espejo con los ojos que se iluminan pensando en ti, rememorando las cosas imposibles, las imaginaciones más ardientes, el poso que deja el enamoramiento más profundo, la hondura de este tiempo transcurrido.
Amor, los días son intermitentes. Son enormemente grises, como el lago que se funde en la montaña y necesita el manantial para ser el azul de tus pupilas.
Mi amor, si fueras mío tuyos serían los pétalos de la noche, el oro que cae en la luna y en los astros, los lunares que me crecen al amarte, el sudor de esta piel que te desea, mis fluidos más íntimos, más intensos, las hojas de los bosques, la hierba que se tiende y que te espera.

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