Amor, me levanté. Cruzabas desde lejos, desde la huella infinita donde el agua se te reflejaba en los ojos, y con ella me mirabas como si la misma mañana me mirase desde las fronteras de la aurora.
Amor, qué renacida despierto entre tus brazos, qué colisiones se elevan con tus besos, qué afluentes acuden con tu voz, qué cuerdas se desatan.
Amor, entre los cuerpos cultivo la penumbra. Ahora, que se acerca el solsticio nuevamente, siento como esa oscuridad se me aproxima, cómo la negrura se hace carne y se desvive por habitar el alma de los pájaros.
Vivo detrás de mi corazón. La sangre se me espesa y me fluye el líquido amniótico.
Soy la amante, la que te anidaba, la que construía un dique como una fortaleza donde besar tus labios, donde vestir las uñas y llevarme conmigo todo el sol, para que sólo a mí me iluminara, para que vieras gota a gota mi desnudez y yo fuera para ti la vestal que guarda el nudo de las constelaciones.
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