Amor, moriré en tus brazos cuando el alba deje de sangrar, cuando cante el estornino y su trinar me envuelva con las flores que me diste, las que eran blancas y yacían en el beso, y en su blancura había un negro tallo que las rendía con la noche.
Amor, mi corazón es un contrapunto de miradas, un crisantemo aposentado en el extremo de tus lágrimas, un mirador donde el mar crece enamorado, unas flores que el tiempo me secó de entre los labios.
Me abrazarás un poco y mis orejas dejarán de tener frío. Me dirás palabras en silencio, y el silencio florecerá en esas palabras. Serán mudas y perennes, y sus hojas verdecerán el deseo que es rojo entre mis piernas.
Hay una sangre que se quema al renacer, un murmullo que queda en las cenizas, un Fénix que se alza de la tierra, del árbol de la tierra y arde en sus raíces. Las ramas llegan hasta el cielo donde el ave vuela en su extensión de pájaro y latido.
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