Amor, me ha preñado el espíritu de palabras. Las llevo en el vientre, entre los pechos, en la sangre de mis ingles, en las uñas, en los pies que llegan a las alturas sin alzarse de este suelo que cobija mis visiones.
Amor, entre los árboles te sentí. Eras brisa y eras cielo que venía y me llamaba. Eras hoja y eras tierra que surcaba entre mis brazos, que me cubría todo el cuerpo, y con tus besos me nombrabas, me decías que era tuya y que por siempre lo sería, y yo quería entregarme a ese cielo que bajaba para encontrar en mí el amor más firme, más auténtico, el amor que es amor sobre todas las personas, sobre todos los verbos, y que se une más allá de la carne y que se expresa bellamente con el sexo.
Amor, que rozas mi intemperie, que vives en los barrancos al filo del abismo para salvar a los que caen. Amor, tu sombra es la luz de tus cabellos, tu sombra es la mirada de tus ojos, y en la claridad de tus pupilas se derrama toda el agua del silencio.
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