Amor, hay un país que se extiende tras los astros, detrás de las secuoyas. ¿Sientes cómo cae la luz en esas casas que limitan con el cielo? ¿Oyes cómo la voz del nigromante se opone a las estrellas? ¿Escuchas mi voz, que es como un fantasma a la orilla del infierno, y ese miedo que viene cuando se ve su oscuridad, los gemidos de esa oscuridad que son las pesadillas de los monstruos?
Amor, quiero hablarte, decir, nombrar en el silencio. Que el silencio sea un silencio religioso. Un silencio donde la adoratriz se nombre, y que te adore. Un cristal luciente en muchos marcos, una ventana de colores donde el blanco sea la respuesta de esa luz innominada.
Los pájaros anochecen. Se quedan en los nidos y vislumbran el ámbar de los ángeles.
Amor, ¿qué ceguera impulsa mis palabras? ¿Por qué no puedo ver el ansiado recorrido que me lleva hasta tus ojos? ¿Qué se me oculta a la mirada, que sólo siento la brisa y el amor de esa brisa que se derrama con el aire? ¿Dónde estás, dónde esperas encontrarme? ¿En el seno de esa noche que tirita entre las cenizas de esta madrugada?
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