Amor, junto a tus pies encuentro el ansia, el modo de volcarme hacia el deseo, la manera en que el amor se constituye en un ramo de anacondas, cuando el cristal es una retina en que se quedan fijados los anhelos.
Ese beso que te di, el que fue el último, no sabe de mensajes. No entiende las palabras. Sólo es beso, sólo los labios que se dan, las lenguas que palpitan, los dientes que tiemblan, las encías que sostienen, así el beso carece de palabras aunque se dé en la boca.
El cielo es como un nudo que se cierra. Se atan las nubes con pedazos de alas. Vuelan arraigadas a las plumas, mientras yo construyo la casa con geranios arraigados a la tierra.
Entre las sombras, la oscuridad. Entre los sables, las espadas. Entre nosotros, el mismo alba que renace y la misma noche que se encarna en la luna. Entre nosotros miles de estrellas fallecidas, voces que se desatan cuando la sangre llega y pide su tributo de mancebos y doncellas.
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