Amor, en mi alma vive la blancura, el acento de los ángeles. Como un fruto que terminas de comer, sí es la humedad del beso, esa manzana comida entre los dos y que nos robó del paraíso.
Me quiero junto a ti, fuera del edén, a lo largo de ese río que se extiende junto al caudal del cielo y que lentamente nos transcurre.
Amor que envuelves el mismo torbellino que te crea, amor que eres amor por encima de las rosas, por encima de las lilas, porque te cubres con las flores que me nacen en las ingles y son tuyas.
Amor, que careces de las sombras, que vienes por los lugares en que el corazón se enciende solitario, dime si en todas esas flores encuentras cómo vive el frío entre las lápidas, cómo más allá de la tierra hay un mar donde morir es necesario.
Amor, contigo las deforestaciones son más bellas que la fecundidad, las luciérnagas son diurnas y se exclaman en el sol. Escancian su luz en el silencio, donde las sombras callan y se abrasan.
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