Amor, de mí nacen las crisálidas. En mí crecen y en mí mueren. Siento cómo esas golondrinas que se fueron jamás volverán a ser las mismas, como ese caudal que se detuvo se transparenta por tus ojos, cómo vuelan esas gaviotas a tus pies, y te residen.
Amor que vives en una oscuridad baldía, que sufres en la cruz y te redimes en la faz de la blancura, dime si en mis palabras encuentras un cobijo, una manta pequeña y apoyada en mi regazo, deshilachada por un tiempo que no cesa de fluir.
Amor que en ti trasciendes y te elevas por encima de un cielo cruel e indiferente, ¿ves temblar esas estrellas que nacieron al mirarte?, ¿ves en tus pupilas cómo el cáliz se te ofrece?
Amor, comulga en las arenas dónde el agua se secó, come de esa tierra hasta las heces, hasta que la amargura se vaya diluyendo en el vacío.
Amor, apóyate en mis piernas. Te daré las luces que perdiste, el holocausto en el que tiemblas.
Amor, dame una gota de tu sangre, yo te daré la sangre entera para que puedas llegar a la corriente de este amor, de la palabra de este amor que se te entrega.
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